La técnica pianística en el presente.

El mundo cambia, todo cambia, todo evoluciona. El panorama musical para un pianista en tiempos de Liszt era muy distinto al de hoy día. En aquella época las estrellas eran los y las cantantes, y pianistas, no existía el cine ni la televisión ni estrellas de rock que ganaran millones de dólares al año, capaces de reunir multitudes en estadios o grandes explanadas. Hoy en día las grandes salas de conciertos están reservadas casi exclusivamente para eventos masivos que garanticen un lleno completo.

Por otra parte, el número de pianistas jóvenes competentes aumenta y la competencia para tener acceso aún a las pequeñas salas de concierto parece ser cada vez más dura. Es un hecho innegable que la “ciencia” para producir excelentes pianistas se ha perfeccionado y vemos emerger muchos jóvenes pianistas en distintas partes del mundo. El número de concursos internacionales de piano también se ha incrementado notablemente. ¿Habrá espacio para acomodar tantos buenos prospectos ganadores de premios internacionales? ¿Estamos alcanzando un punto límite? Algunos pianistas como el virtuoso francés Philippe Entremont ya habían advertido sobre esto.

Si echamos un vistazo a la cantidad de jóvenes pianistas que aparecen hoy día, llama la atención el dominio técnico que exhiben estos jóvenes. La técnica ha evolucionado. Hoy día se da por descontado que cualquier joven que aspire a una carrera internacional como pianista debe tener la técnica para tocar sin problemas las grandes obras del repertorio pianístico, desde Bach hasta Rachmaninoff y Stravinsky. Cualquiera de estos jóvenes toca sin problemas los estudios de Chopin o los estudios trascendentales de Liszt. Fueron reclutados desde niños y sometidos a un entrenamiento intensivo, con el mismo rigor con que se prepara a los atletas que van a las olimpiadas.

Cuando se empieza en una disciplina a muy temprana edad, el cerebro parece evolucionar adaptándose especialmente a dicha actividad, sea esta el ajedrez, la matemática o la música. Sólo así se puede explicar cómo Liszt llegó a tener tal dominio del teclado o Capablanca, Fischer o Kasparov del tablero. Para apoyar esta tesis con un pequeño ejemplo, me voy a referir a un hecho del cual tengo experiencia personal. Cuando inicialmente aprendemos a hacer un trino, digamos con los dedos segundo y tercero, al principio pensamos “ahora debo accionar el segundo dedo, ahora el tercero, ahora de nuevo el segundo…”, etc. En el lenguaje de las computadoras diríamos que “interpretamos” cada orden por separado. Pero después de un cierto tiempo, comenzamos a hacer el trino sin enviar órdenes separadas a cada dedo. El conjunto de órdenes ha sido empaquetado o “compilado” a un nivel cerebral más bajo (en computación se dice que las órdenes se han compilado a nivel de lenguaje de máquina).

Es sabido que los programas de computadora compilados corren más rápido que los lenguajes interpretados, en los cuales cada orden se traduce por separado a lenguaje de máquina. Si hablamos de la parte meramente mecáncia de la técnica, en gran medida dominar un pasaje difícil está en relación directa con la capacidad para compilarlo adecuadamente en ese computador que es el cerebro. Son varios los pedagogos que han insistido en que un buen camino hacia una correcta compilación de un pasaje difícil consiste en practicarlo despacio al inicio, hassta grabarlo en el cerebro.

Pero hay otros aspectos de la técnica que trascienden lo meramente mécanico. En un sentido más amplio, podríamos hablar de "técnica musical". Habilidades como poder transponer a otra tonalidad una pieza sin práctica previa o leer partituras complicadas a primera vista o incluso tocarlas sin ver el teclado –como lo hacía Liszt- o escuchar una pieza y sentarse al piano y reproducirla con la armonía correcta, son ejemplos de esta otra técnica. Se trata de habilidades que demuestran que el cerebro ha logrado una adaptación muy grande no sólo al instrumento sino al al medio musical. Este tipo de adaptación es difícilmente posible si no se comienza el entrenamiento a temprana edad.

Esta superabundancia de buenos prospectos, todos capaces de tocar las obras que antes estaban reservadas a un conjunto más pequeño y selecto de virtuosos, plantea una pregunta. ¿Qué debe hacer un o una joven promesa para sobresalir y distinguirse de los demás? ¿Será que debe intentar seguir aumentando la velocidad hasta poder tocar más rápido que sus colegas? A veces parece que eso es lo que se busca. Y esto va en detrimento de la música pues la música es un arte y no un deporte de velocidad. Ya Rubinstein había señalado este peligro: “todos suenan muy parecido, su única preocupación parece ser no fallar las notas y poder tocar más rápido que los demás”. Afortunadamente también han aparecido jóvenes pianistas que han comprendido las cosas de modo diferente, del modo correcto. Estos jóvenes, le están devolviendo el verdadero sentido al arte de tocar el piano, en tanto que actividad del espíritu humano del más alto rango. Franz Liszt, considerado por muchos el más grande técnico de todos los tiempos, en sus clases nunca enseñó técnica ni le gustaba hacer demostraciones de malabarismo técnico. Él pensaba que eso rebajaba el alto propósito de la música y del piano. Daba por sentado que sus alumnos trabajarían en sus casas los aspectos tácnicos básicos, para poder concetrarse durante las clases en lo que realmente importaba: el mensaje musical.

 

Regresar de hanon.php a pianoaventura.com